- La violencia vicaria es conocida como el maltrato infligido a las madres a través de sus hijos, pero existe otro tipo de agresión menos reconocida que ocurre desde padres y madres hacia sus hijos mediante sus mascotas.
- Desde la restricción de permitirles ver o pasar tiempo con perros y gatos, hasta casos más graves de maltrato animal, son ejemplos vívidos de este preocupante tipo de violencia.
En AML Defensa de Mujeres, nos encontramos con innumerables casos de violencia vicaria, en la que las madres sufren cuando el otro progenitor de sus hijos los utiliza como instrumento para maltratarlas. Sin embargo, también existe otro tipo de violencia vicaria dirigida hacia niños, niñas y adolescentes, la cual se manifiesta a través de las mascotas. En el siguiente artículo, compartiremos algunos ejemplos de esta problemática; advertimos que el contenido podría resultar sensible para ciertas personas.
El gatito de una víctima
Uno de los casos que hemos visto está relacionado con un femicidio. La víctima era tutora de un gatito con el cual tenía una relación especial, habiendo sido rescatado tiempo atrás. Luego de los hechos, la familia del femicida -su entonces pareja- retuvo a la mascota, privando así a la familia de la víctima de la oportunidad de cuidar al felino. Esta situación también afectó a la hija de la mujer, quien tenía un fuerte vínculo con el gatito. Ella tuvo que enfrentar los primeros dos meses de luto por la pérdida de su madre sin el apoyo emocional que la mascota solía brindarle. La familia del agresor se negó durante varios meses a devolver al gatito, siendo necesario que la Policía de Investigaciones interviniera para recuperar al felino mediante una incautación.
Violencia hacia los hijos
En un proceso de separación marcado por la violencia psicológica y económica, nuestra representada, madre de tres hijos en común, enfrentó dificultades considerables. Como víctima de abuso, dependía económicamente del agresor, quien había sido el sostén principal mientras ella se dedicaba al cuidado de los hijos y de los animales familiares, dos perros y dos gatos.
Tras la separación, el agresor abandonó el hogar, reduciendo su apoyo económico y dejando atrás a las mascotas. Esta situación dejó a nuestra representada en una lucha constante para proveer a los animales y afrontar las necesidades básicas de su familia, especialmente las de su hijo en el espectro autista, para quien uno de los perros era crucial como apoyo emocional. A pesar de la importancia de las mascotas en el núcleo familiar, el agresor se negó a contribuir y, en ocasiones, utilizó a la mascota como medio de control. Esta situación generó una tensión constante y precariedad, afectando la salud emocional de nuestra representada y sus hijos.
Maltrato
Este caso de violencia doméstica contiene pasajes que podrían ser perturbadores, por lo que advertimos discreción. Nuestra representada, madre de una niña, enfrentó altos niveles de abuso por parte de su agresor, quien la sometió a un exceso de procesos judiciales y logró privarla de la custodia de su hija. La madre sólo mantenía una relación limitada con su hija, mientras que el padre y su pareja ejercían violencia psicológica y maltrato hacia la niña. En la casa paterna, la niña tenía un perro de compañía que también era víctima de castigos brutales.
En cada ocasión en la que el padre o su pareja decidían castigar a la niña, esta era encerrada junto a su mascota sin comida ni posibilidad de escape. La niña sufría no sólo el maltrato directo hacia ella, sino también el cruel castigo infligido al indefenso animal, resultando en una doble victimización. Mientras la niña lloraba y gritaba por el encierro, el perrito también experimentaba angustia, hambre y condiciones poco higiénicas. Esta historia ejemplifica la necesidad de abordar la violencia en todos sus aspectos y la importancia de proteger tanto a los seres humanos como a los animales en situaciones de abuso doméstico.
La culpa
En este caso la madre de una niña se entera que esta última ha sido abusada sexualmente por su padre. La hija tenía miedo de revelar lo sucedido, ya que su agresor le había señalado que si ella hablaba con alguien, su mascota, una perrita, moriría. Por causas naturales la mascota falleció, pero la niña, por mucho tiempo, se sintió culpable, viviendo así una experiencia traumática que por muchos años le ha afectado. Hasta hoy ella está en tratamiento para convencerse emocionalmente de que no carga con la culpa que ella ha sentido tener durante todo el desarrollo del proceso.
La mascota condicional
Un padre que estaba en proceso de re-vinculación con su hijo le regaló una mascota a este último, pero condicionó el vínculo entre el niño y el perrito a las visitas que él hacía a su padre. Si el niño no quería ir un fin de semana o sólo quería ir por un tiempo acotado, el padre usaba a la mascota para presionar y generar violencia psicológica contra el niño. Esto gatilló una angustia constante en su hijo, sumado a sentimientos de culpa y preocupación, ya que la mascota no era bien cuidada en el hogar de su padre. A esto se suma que cuando la madre del niño mencionaba algo sobre la pensión de alimentos u otros temas relacionados a la vinculación directa y regular, el padre usaba a la mascota como amenaza.
Violencia a través de la mascota
Una de nuestras representadas dejó el hogar que compartía con su agresor. El se quedó con las dos mascotas que ella había adoptado, y que eran su soporte emocional, ya que no tiene redes de apoyo en Chile al ser extranjera. En tribunales, como AML Defensa de Mujeres, realizamos gestiones para conseguir la restitución de las mascotas. Con todo, el hombre ocultó a las mascotas en una casa familiar, con el sólo fin de generar más angustia a su ex pareja. Luego de un mes y medio ella pudo volver a estar con ellas.